«UP» o de quiénes construyen las utopías posibles

Con las imágenes de paisajes presentes en «UP» aún frescas en la memoria, intento engranar algo sobre el sentido de que los caracteres principales de la película sean el estereotipo norteamericano del «looser» y la recurrencia de este recurso en las últimas animaciones que hemos visto en la gran pantalla.

En ese camino, comenzaré dando breve cuenta de las características del estereotipo  de looser antes de mostrar los caracteres de la película a su trasluz.

  1. El looser es una persona tímida y retraída, en consecuencia,
  2. el looser  interactúa poco con personas del sexo opuesto, o de su misma edad con intereses distintos a los suyos,
  3. en ocasiones este perfil también describe a personas muy interesadas en el desarrollo de aplicaciones de informática, TICs y nuevas tecnologías,
  4. el looser viste de un modo que los no-loosers señalan como pasado de moda, y al parecer sin atender mucho a su aspecto,
  5. el looser es señalado como «negado» en varios aspectos que indican el éxito para el estereotipo de buena vida norteamericano: no hace dinero (o no alardea de cuánto tiene lo cual es casi igual, sin ser lo mismo), no tiene éxito sexual con el sexo opuesto y no es conocido.
  6. el looser, demuestra siempre que puede, sus habilidades en cultura general, historia, tecnología y, en general, en todo lo que llamamos «conocimiento».

[Claro, hay otro tipo de looser, el que no tiene empleo ni modo de subsistencia, el que pierde su tiempo haciendo nada … pero salen de la curva del estereotipo.]

Prosigamos.

«UP» cuenta la historia de una aventura y de una vida hecha en la aventura de vivir.

Debo decir que el modo en que se cuenta la historia de Carl (el viejo) anterior al momento del desarrollo que vemos en la película, es sencillamente, hermoso. Creo que cuenta justo lo necesario para entender el desarrollo posterior sin resultar superficial y, además, deja marcados detalles imprescindibles para la comprensión de la trama sin resultar aburrida. Es un momento regio de la película.

De pequeño, Carl conoce a quien luego será su esposa y que en términos de personalidad resulta su opuesto complementario y, casi diría, su bombona de oxígeno. Se conocen por el común interés en las aventuras de Muntz que es un explorador con aventuras realmente impresionantes en las selvas de Suramérica y más específicamente de Venezuela, quien luego de ser ensalsado por todos los medios decide regresar a la selva al ser puestos en duda sus descubrimientos sobre un animal realmente extraño oriundo -como no- de estos lugares inhóspitos.

La fascinación de Carl y Ellie por las aventuras de Muntz, les junta de niños y su pasión por vivir la vida con una utopía como motor y razón de ser les afianza en un matrimonio que termina con la muerte de Ellie.

El sueño de Ellie era tener una colorida casa en la cima del Salto Ángel (Cataratas Paraíso en la película), el de Carl era ver cumplir el de Ellie, de modo que durante su matrimonio en varias ocasiones emprenden la tarea de ahorrar para poder hacer el viaje a la selva, que se ve truncada en varias ocasiones por emergencias diversas y, finalmente, por la muerte de Ellie.

Tras años de soledad y a punto de ser enviado a un asilo de ancianos, Carl decide hacer por última vez lo que mejor hace: inflar miles globos con helio (ese era su trabajo en vida de Ellie), y acondicionar su casa como un enorme barco, o una versión casera del dirigible de Muntz, para trasladarla a la cima de las Cataratas Paraíso.

Pocos días antes de emprender su último -y único- viaje, Carl conoce a Russell, un pequeño scout que hace una vida solitaria pese a su corta edad y que se apoya en el escultismo como forma de vivir y de aprender a hacer «lo correcto». Por cosas del destino, Russell que ha sido enviado por Carl a hacer una tarea imposible para deshacerse de él (conseguir un cuervo inexistente) , queda atrapado en el porche de la casa cuando esta emprende vuelo rumbo a Venezuela.

De modo que tenemos a Carl (solitario, tímido, jubilado de un empleo casi sin importancia y con poca más posesión que su casa) y a Russell (niño poco atendido por sus padres, tímido, con pocos amigos y muy temeroso), viajando a Venezuela con la emoción y las ansias de poder cumplir el deseo de Ellie: poner su casa en la cima de las Cataratas Paraíso.

No es mi intención contar cómo transcurre la travesía de Carl y Russell (muy similar a los trabajos de Hércules por cierto), pero si diré que en el camino van sumando amigos para resolver tanto la tarea de ubicar la casa, como la de vencerse a si mismos y, cómo no, hacer la historia que finalmente conocemos como la continuación de una vida hecha aventura.

Kevin y Duc son dos de esos amigos sumados en el camino. El primero es el animal extraordinario que Muntz lleva años buscando cazar en la selva y que se topa con Carl y Russell gracias a los chocolates que éste último lleva en su mochila de explorador. El segundo es un perro perteneciente a los casi cien perros que Muntz tiene a su cargo y que hacen las más diversas tareas imaginables para un perro (cocinar, limpiar, arreglar, lavar…) para él.

Sin embargo, Duc es en el fondo casi un paria gracias a sus torpezas, que hacen que el macho alfa del grupo de perros de Muntz lo consiere poco mas que invisible, inservible y nulo. Este paria trata de reivindicarse con el grupo capturando como prisionero al pájaro Kevin para entregarlo al macho alfa del grupo y a su amo que termina siendo el malo de la película, luego de ser el héroe que -casi- origina toda su trama.

El surgir de la personalidad de los caracteres -primero Russell, pero también el de Carl- es algo que me resultó -quizás- lo más remarcable de la película. En buena medida porque esto se ve con mucha más frecuencia -por ejemplo- en animaciones japonesas (personajes que aprenden, evolucionan, se abren a crecer), que en las películas de animación «occidental», pero también porque me pone a pensar lo que esto puede -incluso- llegar a significar, dada la penetración comercial de estas películas, en términos de cambios de concepciones de algunos aspectos del mundo en nuestros pequeños y en algunos jóvenes.

Contrario a los caracteres de pobres, tristes y desamparados que emergen en un éxito repentino a que nos han tenido acostumbrados desde la meca del cine occidental, en tramas como Wall-e, Happy Feet, Bee,  y ahora UP, comienza a verse el modo en que la historia también la escriben perdedores, execrados, parias y solitarios no desde sus tristezas y minusvalías, sino desde su propio aprendizaje, mostrando finalmente al espectador, cómo son escritas las utopías día con día.

¿Andamos?

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